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"En este libro me pregunto también cómo me gustaría que fuera mi vejez"

Por Javier Cano - Abril 27, 2024
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"En este libro me pregunto también cómo me gustaría que fuera mi vejez"
La escritora, con su nueva publicación, el pasado Día del Libro, en Barcelona. Foto cedida por Cruz Galdón.

La escritora de origen jiennense Cruz Galdón (Madrid, 1972) presentó el pasado viernes en la capital de la tierra de sus ancestros su nuevo libro, Mírame, Palmira. Publicado por el sello Samarcanda, la segunda novela de la autora supone un asomo catártico a los paisajes cotidianos de la senectud desde el punto de vista de una autora que reivindica, a la vez, a las jóvenes pioneras de un ayer todavía reciente.

—Por lo que se ve, el éxito de Yo soy ellas (que incluso la llevó a presentar su traducción a los Estados Unidos) le ha dejado tiempo para concebir una nueva obra literaria que ya está en los escaparates, señora Galdón. ¿Es que la tenía ya en mente antes de la vorágine de su ópera prima?

—No, este proyecto nació hace aproximadamente un año, cuando visito una residencia de ancianos.

—¿Una residencia de ancianos? ¿Es que le gusta adelantarse al futuro, Cruz, o simplemente es de esas escritoras que busca inspiración en los lugares más insospechados?

—Fui para conocer a doña Hilaria, la madre de mi pareja, y la sensación que me provocó aquel encuentro hizo nacer esta historia.

—¿Qué sensación fue esa?

—Me esperaba un lugar triste, como tenemos en la cabeza que es un lugar para pasar la vejez, y sin embargo llegué a una residencia pequeña, con pocos ancianos que leían, contaban sus anécdotas y cuyos ojos estaban llenos de vida y de experiencia. Todo eso me hizo pensar: ¿cómo me gustaría a mí que fuera mi vejez y cómo tenemos en consideración (mujeres sobre todo) que en realidad han cambiado nuestro presente a través de sus vidas? Así nació el personaje de ficción de Palmira, que cuenta la vida de una mujer luchadora y guerrera que a sus ochenta años está en una residencia. 

—Teniendo en cuenta ese motivo generador y el hilo conductor de Mírame, Palmira, ¿cómo definiría usted su nuevo libro?

—Cada capítulo es como la historia de cada uno de los personajes que conviven con ella, e indudablemente es un canto a esa última etapa de madurez y a la vez a la importancia que tiene en la vida de todos nosotros, aunque ya no convivan con nosotros como nuestros abuelos. 

—Está claro que Cruz Galdón no ha sido hija de padres cuyos últimos años han tenido como escenario una de esas residencias... 

—Claro, yo no tuve oportunidad de llevar a mis padres a una residencia, se fueron antes, por eso yo iba con ese cierto temor, cierta resistencia, llámalo X; pero me topé con una realidad completamente distinta: los profesionales que conviven con ellos; los hijos de Hilaria, que van a verla cada uno de ellos un día a la semana... Eso me conmovió, me hizo ver que estar en una residencia no es nada negativo siempre y cuando la familia no olvide que la residencia dota de todos los cuidados médicos, físicos y psíquicos pero que el amor sigue siendo obligación y derecho de las familias. 

—En esas visitas vería también casos menos afortunados, soledad, olvido incluso, ¿no?

—El caso de Hilaria es muy excepcional, sí; no todos los hijos tienen posibilidad de ir a ver a su madre todos los días. En este caso, el que yo veía en la residencia, ellos se terminaban convirtiendo en hijos de todas, al final es el orgullo de la madre que recibe a su hijo y el orgullo de las amigas que puede hablar con el hijo de la amiga. 

—Es decir, que su libro parte de una vivencia real.

—Parte de un escenario real, más bien; en realidad no es la vida de Hilaria, ni mucho menos. Es ficción absoluta. Esa visita me hizo nacer la historia en un momento en el que estaba en otro proyecto completamente diferente, y esa historia, al nacer, se me convirtió en la historia de Pepito Grillo. 

—¿Cómo han recibido sus lectores lo nuevo de Cruz Galdón? ¿Qué le llega a usted?

—Que está calando en lo más hondo de la gente, que la emociona y la hace sentirse identificada con ella. Lo que más me gusta es cuando me escriben reseñas y me dicen que les encanta la historia, que la han releído porque les encanta cómo describo esos sentimientos. Eso es un regalazo. 

—¿Una inmersión tan total en un universo como el de las residencias de ancianos termina una vez concluido el libro, o su sombra es tan alargada como el ciprés de Delibes?

—Por supuesto; crear a Palmira sucede de tal manera que al final forma parte de ti durante un montón de meses. Luego, ya no desaparece y se convierte en otro ser tuyo, de forma que mi visión hacia esa vejez futura a la que espero llegar ha cambiado absolutamente. Además hay algo que me está llenando de ilusión...

—No se lo guarde, por favor. Diga, diga.

—Los organismos públicos tanto de Castilla-La Mancha [comunidad de residencia de la escritora] como de otros lugares, y de todos los colores políticos, se están haciendo eco del libro, y eso es muy importante para mí porque significa que he dado en el clavo. 

—¿En qué clavo, exactamente?

—En lo que tiene que llegar a ser esa última etapa de la vida, y en la meta que todos quieren llegar a conseguir, en esa unión de centros privados y públicos con familia, y en ese bienestar a la enésima potencia al que debemos de hacer llegar a nuestros mayores, en la comunicación plena que tiene que estar presente. De hecho, el libro lo presentó en Toledo la directora general de Mayores y la concejal de Bienestar Social (una es del PSOE y la otra, del PP); y todo el mundo se siente igual de identificado, porque aunque es una novela que saca mi lado más feminista, lo hace en la fortaleza de mirar hacia atrás y dar las gracias. 

—¿Las gracias por qué, Cruz?

—Porque aunque nos queda mucho camino por recorrer, es cierto que sin estas mujeres que fueron las primeras juezas, las primeras doctoras, las primeras profesionales en campos vetados a la mujer, nosotras no podríamos estar hoy por hoy aquí. 

—Les rinde homenaje de paso, entonces...

—Totalmente. Y también es un libro muy social, muy realista. De hecho, las amigas de la protagonista, que están con ella en la residencia, tienen historias muy potentes de su juventud, de su vida, que las ha marcado. Para mí es muy importante que no hace tanto, en el año 78 (o sea, antes de ayer), tomó posesión la primera jueza de España, no ha pasado tanto tiempo. Y el cambio tan vertiginoso que eso ha producido, hasta el punto de que hoy hay muchas mujeres juezas o en otros campos (hablo del mundo de la judicatura porque yo he sido abogado en ejercicio muchísimos años y me llamaba la instrucción que en los juzgados no había juezas. 

—Aparte de mirar hacia el futuro pensando en la senectud, ¿hay nuevo proyecto literario a corto o medio plazo?

Sí, tengo dos proyectos entre manos, aparte de otro a medias, y los dos muy potentes, pero me voy a dar un descansito. Sigo con mis columnas de prensa y saboreando los grandes momentos que me está dando Mírame, Palmira. La presentación en el Ateneo de Madrid, además del lleno total, fue increíble para una autora novel como yo. Aquí en Toledo lo mismo, multitudinarias las presentaciones. Y en Barcelona, por San Jordi, y este viernes pasado en Jaén, en mi Jaén, de la mano del Centro Andaluz de las Letras y con la concejala Carmen Rueda como presentadora, jaenera de pro que cree en la mujer emprendedora en nuestra preciosa provincia. 

—La distancia no la desarraiga de las tierras de Jaén...

—Yo me siento muy orgullosa de mi tierra del ronquío, la llevo por todos lados: ¡mi Jaén es mi Jaén!

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