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Donde el poeta Almendros Aguilar exhaló su último aliento

Por Javier Cano - Abril 07, 2024
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Donde el poeta Almendros Aguilar exhaló su último aliento
En el edificio de la izquierda estuvo la casa donde vivió y murió Almendros Aguilar. Foto: Esperanza Calzado.

El autor del célebre Soneto a la Cruz vivió sus últimos años y falleció en el actual número 50 de la calle que lleva su nombre, la antigua Maestra Alta

No es la primera vez que Lacontradejaén pone de manifiesto la ausencia de placas o rótulos conmemorativos que refresquen, a jiennenses y visitantes, hechos y personajes cuya huella sigue viva en la memoria sentimental o en el callejero de la capital de la provincia. 

Algo se ha hecho al respecto, aunque en algún caso la placa, más que informar, desinforma o informa mal. Pero hoy no toca eso, sino rememorar el escenario de los últimos años y el momento supremo de uno de los más celebrados poetas de aquí, Antonio Almendros Aguilar (Jódar, 1825-Jaén, 1904).

De todo tiene el escritor en su tierra: estatua en la Plaza de San Juan, donde concluye la vía urbana que desde 1903 (un año antes de expirar) le rinde tributo cotidiano; un poema suyo grabado a cincel a los pies de la cruz del Castillo de Santa Catalina y hay quien dice que hasta los versos que pesan en la cruz de palosanto de El Abuelo llevan su firma. Eso está por ver.

De lo que no hay duda es del lugar donde dijo adiós a este mundo el vate, tan profuso de prestigio como exiguo de dineros, que llegó a la muerte a lo Machado, ligero de equipaje. 

¿Dónde, exactamente? No en su pueblo natal, ni siquiera en la calle Tiradores (donde habitó breve tiempo) o en el caserón familiar de la calle Hurtado, 25, sino en la antigua Maestra Alta, una de las calles más largas de la ciudad, bautizada con su nombre y apellidos y hasta la fecha, pese a los cambios políticos y las circunstancias, aún rotulada en su honor. 

 Así era la casa en la que vivió y murió el poeta. Foto: Acuarela de Juan de Dios López, cedida por Matías Ráez.
Así era la casa en la que vivió y murió el poeta. Foto: Acuarela de Juan de Dios López, cedida por Matías Ráez.

Sí, en el edificio número 50, que hace esquina con la calle Cambil (jaenerísimo callejoncillo donde, entre otros ilustres, tuvo casa y estudio el pintor José Nogué, que allí pintó gran parte de su soberbia obra La adoración del Santo Rostro).

A día de hoy es un bloque de pisos cuyas terrazas alargan su cuello de aire hacia el cerro, como queriendo leer aquellos catorce versos que le dieron fama en su tiempo al bueno de don Antonio, pero en su tiempo fue casa buena, tras cuyos muros moró el que fue también el primero de los cronistas provinciales de aquí.

Por la puerta de ese inmueble (del que no queda ni rastro) cruzó el cura que le administró la unción de enfermos (seguramente el párroco de San Bartolomé, en cuyos archivos se conserva la partida de defunción, como recogió en su obra magna sobre el poeta otro insigne de las letras jaeneras, el profesor Alfonso Sancho).

Y bajo ese dintel cruzó la sombra del médico amigo (de todos los jiennenses, en general, y de Almendros en particular) Bernabé Soriano, en cuyos brazos cerró sus vidriados ojos quien, además de a las letras, había dedicado a Jaén sus afanes políticos.

De aquella casa (de la que salió encarnado en féretro, para ser velado primero en el patio del Casino de Artesanos y despedido, después, en la bella iglesia aledaña al desaparecido colegio de San Agustín) poco se sabe, lo mismo que ocurre con la placa que en 1907 le dedicó la Asociación de la Prensa en la efeméride de su partida, cuya presencia es ya todo ausencia en los años 30 del pasado siglo XX. Esa placa que sí que informaría. Y además, bien. 

 Sepultura de Almendros Aguilar, en el viejo cementerio de San Eufrasio de Jaén. Foto: Javier Cano.
Sepultura de Almendros Aguilar, en el viejo cementerio de San Eufrasio de Jaén. Foto: Javier Cano.

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